sábado, 24 de mayo de 2008

NAGUAL (Capitulo II) por Mapache

Un San Bernardo se encontraba en la calle, lo alumbraba un poste de luz; el animal miraba un espeso bosque, se trataba de un parque que estaba en medio de la ciudad. El perro había dejado tras de sí una casa blanca con los bordes y ventanas pintados en azul rey. El perro traía en su hocico un bulto, un montón de ropa envuelto en un trapo negro; se dirigió al parque donde se internó y se perdió entre las ramas de los arboles, solo se oía su pelaje rosar entre las ramas de los arboles y arbustos; y un pequeño susurro.
Mas adelante los arboles escaseaban, y sale de los arbustos, de esos mismos en los cuales el perro había entrado, Carlos, salió del parque y paró un taxi, eran las 12:15 de la noche.
El taxi había dejado a Carlos en una cantina al sur de la ciudad. Ahora Carlos se disponía a entrar, por cierto, la fachada de la misma no era algo llamativo, mas bien parecía una casa particular, algo grande, pintada de café oscuro y sin ventanas, de la cual salían ruidos de muchas personas y el sonido de lo que parecía ser música; las puertas de madera estaban abiertas, Carlos entró y miró ese gran espacio que estaba ocupado por mesas, sillas, gente bebiendo, platicando, llorando y riendo. Enfrente de el estaba la barra y el cantinero, era algo viejo de abundante barba blanca que terminaba en punta, le llegaba al cuello y le tapaba la boca pero no su gran nariz; no se puede decir lo mismo de sus ojos, ya que eran chicos que estaban acompañados con unos lentes; su cabeza decorada con una boina café que hacía juego con el delantal. El hombre gordito, al parecer de nacimiento, que atendía la barra tarareaba la canción de la rockcola, era "Cruz de olvido" de Pepe Aguilar.
Carlos se acerco al cantinero; traía una camisa negra de vestir, pantalón de mezclilla (del mismo color) y zapatos negros. Lo raro, es que la camisa estaba algo arrugada al igual que el pantalón, algo que el cantinero no le dio el mínimo de interés y lo atendió como a los demás.
-¿Qué le sirvo joven? - Carlos le hizo una seña con el dedo, indicándole que se acercara y le susurro al oído:
-Un vaso de leche - El cantinero estuvo apunto de estallar en una carcajada, pero se quedó pensando y lo miró fijamente
-Al fondo a la derecha amigo - Carlos se dirigió a un corredor y caminó hasta topar con una puerta de madera, a su derecha estaba el baño. Recordó las palabras del cantinero: "Al fondo a la derecha". Pero recordó también que le hizo una seña con el dedo a la izquierda y no a la derecha; a la derecha de él no había más que pared y al frente la puerta de madera. La abrió, entro y cerro la puerta tras de él. El cuarto quedó oscuro así que buscó en sus bolsillos una caja de cerillos y encendió uno; estaba lleno de escobas de diferentes formas, trapeadores y unas cuantas jergas metidas en una cubeta de plástico roja. No había foco así que siguió con el cerillo en mano observando las paredes del cuarto. La pared de enfrente se veía diferente, tenía un color más tenue que las demás. Carlos la empujo y la pared no era una pared, era un cartón duro que cubría un pasaje.
-¡Auh! - El cerillo se termino y le quemó el dedo dejando todo en oscuras, bueno no todo, por que del pasaje salía una luz tenue.
Dirigiéndose al pasaje que hacia una curva encontró el origen de la luz, una antorcha empotrada en la pared; gracias a la luz se pudo ver que las paredes eran de ladrillo y el pasaje asemejaba un embudo, ya que este se iba haciendo más grande y ancho. Podían oírse ruidos de una persona hablando, como si estuviera dando un discurso.
Casi al final del pasaje se encontró frente a frente con 10 jaguares en formación cuatro, dos, cuatro; los animales le gruñían y uno de ellos se acercó y lo olfateó.
-Nagual -Los jaguares se pegaron a las paredes dejándole el camino para pasar; caminando entre ellos le dijo a uno:
-Esas manchas te asientan bien. El jaguar lo miró y replicó
-¡Cállate Carlos!; encima de que llegas tarde todavía vienes muy contento sabiendo la situación en la que nos encontramos, no tienes vergüenza - Carlos sonrió y salió del pasaje para entrar en una cúpula en donde se encontraba mucha gente reunida y un hombre pintado todo de negro que estaba parado en un altar, le hablaba a uno de ellos:
-El hecho de que varios hallan visto ese tipo de transformaciones no quieres decir que realmente los naguales negros obtuvieron el poder oculto, es necesario más pruebas - El hombre al que le fueron dirigidas esas palabras quedó aterrado con esa respuesta y le contestó:
-Señor Sacerdote, ¿tenemos que esperar a que muera uno de nosotros para que sea prueba suficiente para que actuemos? - Todos replicaron y gritaron en favor del hombre que había respondido. Pero una voz se alzó por encima de las demás que hizo callarlas:
-Señor sacerdote ¿quiere pruebas? Yo las tengo. - Sacándose de la camisa un sobre tamaño carta, se dirigió al Sacerdote y se lo entrego. El Sacerdote lo abrió y sacó al parecer una serie de fotos que sólo el vio, termino de verlas y le pregunto:
-¿Cómo las conseguiste Carlos?
-Señor Sacerdote no importa el ¿Cómo?, lo que importa es la realidad que reflejan las fotos. Ahí están sus pruebas, y si quiere más déjeme contarle por qué llegue tarde. Junto con esta contestación vino el relato de su travesía para llegar a la cantina.
-Trataremos de idear la manera de que esto no se nos salga de control; hay que dar un paso a la vez, no hay que precipitarnos y no perder la razón, la situación es muy delicada pero cualquier decisión mal tomada nos pondría en una situación más difícil a la que enfrentamos.
El silencio se rompió soltando una ola de reclamos y mormullos contra aquellas palabras del sacerdote.

Continuara…
Escrito por Mapache.
México

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